Las rabietas pueden ser frustrantes para cualquier padre. Pero, en vez de verlas como pequeños desastres, trate las rabietas como oportunidades para educar.
Las rabietas van desde quejidos y llantos hasta gritos, chillidos, patadas, golpes y aguantarse la respiración. Son igual de frecuentes en los niños que en las niñas y suelen ocurrir entre las edades de 1 y 3 años.
Algunos niños pueden tener rabietas a menudo mientras que otros solo las tienen muy de vez en cuando. Las rabietas son una parte normal del desarrollo de un niño. Son la forma que tienen los niños pequeños de mostrar su malestar o su frustración.
Las rabietas pueden ocurrir cuando los niños están cansados, hambrientos, molestos o incómodos. Es posible que exploten porque no pueden tener algo que desean (como un juguete o una golosina) o no pueden lograr que alguien haga lo que ellos quieren (como lograr que uno de los padres le preste atención inmediatamente o que un hermano le dé la tableta). Aprender a afrontar la frustración es una habilidad que los niños adquieren con el paso del tiempo.
Las rabietas son frecuentes durante el segundo año de vida, cuando los niños están desarrollando las habilidades lingüísticas. Como los niños de 1 a 3 años no siempre pueden decir lo que quieren o necesitan y como las palabras para describir los sentimientos son complicadas y se desarrollan más tarde, una experiencia frustrante puede causar una rabieta. A medida que las habilidades lingüísticas van mejorando, las rabietas tienden a disminuir.
Los niños de entre 1 y 3 años desean tener más independencia y más control sobre su entorno, de hecho, más de los que ellos son capaces de asumir. Esto puede desembocar en luchas de poder porque el niño piensa "lo puedo hacer yo solo" o "quiero eso ya: dámelo". Cuando los niños descubren que no lo pueden hacer solos o que no pueden tener todo lo que desean, es posible que tengan una rabieta.
Siempre que sea posible, trate de evitar que ocurran las rabietas. He aquí algunas ideas que lo pueden ayudar:
Mantenga la calma cuando responda a una rabieta. No complique el problema con su propia frustración o enfado. Recuérdese a sí mismo que su tarea consiste en ayudar a su hijo para que aprenda a calmarse. Por lo tanto, usted también necesita calmarse.
Las rabietas se deben manejar de una forma distinta en función de cuál sea la causa que haya alterado a su hijo. A veces, tal vez necesite consolar a su hijo. Si su hijo está cansado o tiene hambre, lo mejor es que se eche una siesta o que se tome un tentempié. Otras veces, lo mejor será ignorar la rabieta o distraer a su hijo con otra actividad nueva.
Si la rabieta ocurre porque su hijo quiere llamar su atención, una de las mejores formas de reducir esa conducta consistirá en ignorarla. Si la rabieta ocurre porque su hijo no puede conseguir algo que desea, mantenga la calma y no le dé muchas explicaciones sobre los motivos por los cuales no puede tener lo que desea. Pasen a hacer otra actividad.
Si la rabieta ocurre después de haberle dicho a su hijo que haga algo que él no quiere hacer, es mejor que ignore la rabieta. Pero asegúrese de hacer que su hijo complete la tarea después de que se haya tranquilizado.
Si existe el peligro de que el niño se haga daño a sí mismo o a otros durante la rabieta, llévelo a algún lugar tranquilo y seguro para que se tranquilice. Esto también es aplicable a las rabietas que ocurren en lugares públicos.
Si hay un problema de seguridad y el niño repite la conducta no permitida después de que usted le dijo que se detenga, use una pausa obligada y siente al niño en una silla en un rincón durante unos pocos minutos. Quédese cerca para supervisarlos, pero no interactúe hasta que se calme. Sea coherente. No ceda en cuestiones de seguridad.
Los niños en edad preescolar o más mayores tienen más probabilidades de utilizar las rabietas para salirse con la suya si han aprendido que este comportamiento funciona. En el caso de los niños en edad escolar, es adecuado enviarlos a su habitación para que se tranquilicen, al tiempo que se presta poca atención a su comportamiento.
Permita que su hijo sepa que usted le dirá cuándo se acaba la pausa y que cuanto antes se calme y se quede callado, más rápido terminará. Esto le otorgará cierto poder: los niños pueden modificar el resultado por medio de sus propias acciones y, así, recuperarán la sensación de control que habían perdido durante la rabieta.
No recompense la rabieta de su hijo cediendo a sus peticiones. Esto solo le probará a su pequeño que la rabieta funciona.
Considere crear un espacio para "calmarse" en su casa (algunos maestros usan esta estrategia en el preescolar). Use un almohadón blando y coloque libros, un muñeco de peluche, música suave y otras actividades para que el niño pueda tranquilizarse en un lugar donde nadie lo molestará. Anime a su hijo a ir a ese lugar si está enojado o molesto; no lo haga como castigo sino como una opción y una oportunidad para aprender a calmarse y controlar la frustración.
Felicite a su hijo por recuperar el control; por ejemplo, puede decirle: "Me gusta cómo lograste calmarte".
Los niños pueden sentirse especialmente vulnerables después de tener una rabieta, porque saben que se han portado mal. Entonces (cuando su hijo ya se haya calmado) será el momento de darle un abrazo y de tranquilizarlo diciéndole que lo quiere, haga lo que haga. Si su hijo tiene madurez suficiente como para conversar sobre el problema, ayúdelo a pensar de qué otras maneras podría haber expresado su frustración.
Asegurarse de que su hijo descanse lo suficiente. Cuando un niño no duerme lo suficiente, puede estar hiperactivo, antipático, irritable y tener conductas extremas. Dormir lo suficiente puede reducir de forma considerable sus rabietas. Averigüe cuánto tiempo de sueño es necesario para la edad de su hijo. Las necesidades de sueño de la mayoría de los niños se encuentran dentro de un rango fijo de horas según su edad, pero cada niño es diferente.
Hable con el médico de su hijo si:
Su médico también puede averiguar si hay algún problema de salud que podría estar contribuyendo a las rabietas de su hijo, aunque se trata de algo poco frecuente. A veces, un problema en la vista o en la audición, una enfermedad crónica, un retraso en el lenguaje o un trastorno del aprendizaje pueden favorecer las rabietas.
Recuerde que las rabietas no suelen ser un motivo para preocuparse y que suelen desparecer por sí solas. A medida que los niños maduran, adquieren autocontrol. Aprenden a cooperar, a comunicarse y a afrontar la frustración. Menos frustración y más control equivale a menos rabietas y a unos padres más felices.
Reviewed by: Elizabeth M. Schilling, PhD
Date Reviewed: Jun 29, 2022